Badajoz y Olivenza

Badajoz, con su origen e historia multiculturales, es una ciudad a la que merece la pena escaparse. Fundada en el año 875 d.C. por el muladí Ibn Marwan, que la fortifica y puebla a orillas del Guadiana, y conquistada posteriormente por caballeros cristianos en 1230, la ciudad a lo largo de su historia ha seguido un patrón bélico y militar, debido a su estratégico enclave como frontera directa con Portugal.

Cuando llegues a Badajoz, lo primero que no te puedes perder es la Alcazaba musulmana. Sus orígenes datan del s. IX, pero la fortificación que se conserva es de la época Almohade (s. XII-XIII). Considerada una de las mejores alcazabas de España y más grandes del mundo, puedes recorrer sus murallas, disfrutar de las vistas, y aprovechar para conocer el Museo Arqueológico Provincial, situado en el interior de la misma. Adosadas a la Alcazaba, se encuentran la Plaza Alta, primera plaza pública de la ciudad con soportales y pinturas geométricas que datan de la época Barroca; y la Plaza San José, donde se encuentran las casas más antiguas que se conservan de la ciudad: las casas mudéjares, hoy convertidas en centro de recepción de visitantes y Oficina de Turismo.

Tras este paseo puedes parar a comer, ya sea de tapas, en una terraza si hace buen tiempo, o de raciones en sus acreditados restaurantes.

Te recomendamos que no dejes de visitar uno de los símbolos más reconocibles de la ciudad: la Puerta de Palmas, del s.XV. Está formada por dos torres cilíndricas fabricadas en mampostería y coronadas por almenas. La obra fue concluida en 1551 y constituyó la principal puerta de la ciudad, siendo el lugar donde se realizaban los controles aduaneros. Los torreones hasta finales del s.XIX sirvieron de prisión real. Además podrás pasear por el Puente de Palmas, junto a la puerta del mismo nombre y disfrutar del paseo junto al río.

En la Plaza de la Soledad hallarás otro rincón de enorme belleza, con la Ermita de la Soledad y los edificios de la Giralda y las Tres Campanas, representación de la singular arquitectura de finales del s.XIX, principios del s.XX. Otra plaza     que te sorprenderá es la Plaza de España, que tiene en ella la Catedral de San Juan, edificada por orden de Alfonso X “El Sabio” y compuesta por estilos que van desde el gótico al barroco.

Muy cerca de Badajoz encontrarás Olivenza, ciudad mestiza y fronteriza, símbolo de convivencia y diálogo de culturas gracias a su mezcla lusa y española, ideal para pasar el segundo día de tu escapada. A través del Tratado de Alcañices, firmado en 1297, pasó a pertenecer  a Portugal hasta 1801 en que fue recuperada por España. Toda su arquitectura presenta mezclas de ambos países y su patrimonio monumental es muy amplio.

Fundada por la Orden del Temple, sus primeros pasos tuvieron lugar bajo la soberanía castellana a mediados del s. XIII, pero fue una vez en manos portuguesas cuando el Rey D. Dinis de Portugal y sus sucesores hicieron grande la población con privilegios y diversas fortificaciones.

Su arquitectura refleja la mezcla de estilos y en el casco antiguo aún quedan restos del recinto amurallado, que tenía un total de 14 torres. Se conservan las puertas de Alconchel y Los Ángeles y la Torre del Alcázar, del s.XIV, que era la más alta de la frontera con 37m de altura. Dentro del Alcázar no te pierdas el bellísimo Museo Etnográfico González Santana, que acoge una espectacular recreación de diferentes actividades de la vida en la comarca de Olivenza en los primeros años del s.XX.

Al lado del Alcázar, entra en la Iglesia Santa María del Castillo. En su interior encontrarás el más sorprendente retablo de Olivenza: la Capilla del Evangelio, con la representación de un árbol de Jesé de más de 10 metros de altura, en el que aparece representada la genealogía de María y de Jesús.

La ciudad cuenta también con los Cuarteles de Independencia, llamado también Panadería Real, el Cuartel de Caballería, el de San Carlos o el del Poxo, todos ellos de estilo neoclásico. Merecen la pena una visita.

Otra cosa curiosa de ver en Olivenza es la bellísima azulejería portuguesa que adorna multitud de espacios públicos y religiosos, dejando constancia de su pasado luso. Son de visita obligada los de la capilla de la Casa de la Misericordia, con sus paredes cubiertas por azulejos barrocos que representan escenas de las obras de misericordia. 

Antes de marcharte, debes probar la Técula Mécula, un dulce de fama mundial y cuya receta se guarda celosamente. Se trata de un dulce elaborado a base de yema y almendra, forrada con hojaldre y bañada por yema, que puede durar hasta un mes en perfecto estado, aunque lo más probable es que no dure tanto como para comprobarlo...

A las afueras puedes visitar el puente Ajuda, un colosal puente pétreo de 390 metros construido en el s.XVI sobre el río Guadiana, y que en 1709, durante la Guerra de Sucesión española, voló por los aires. Ahora, tras construirse un nuevo puente internacional – ya que el Guadiana ejerce de frontera natural-, aún se puede admirar la docena de arcos que quedan en pie del puente primitivo.